Guia Oficial de Turismo Ana Manay Quintana.

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Mitos y Leyendas


LEYENDA DE NAYLAMP

 Todo empezó como en un cuento de hadas.

Siguiendo la corriente del Niño, algunas embarcaciones en forma de balsa viajaban hacia el sur. La navegación, iniciada en la costa occidental de México proseguía serena y regular sobre la clara inmensidad del océano Pacífico. Encabezaba el grupo la nave del jefe: un inmenso abanico de plumas multicolores adornaba su proa.

Sobre el puente de mando se erguía un hombre de elevada estatura, aspecto aristocrático y altivo, tez clara y facciones netamente semitas; envolvía un voluminoso turbante rematado por una diadema de plumas, sujeta a su vez por una magnífica turquesa.
Naymlap - éste era su nombre - el héroe divinizado, guiaba su flota hacia la región que más tarde se llamaría Perú. Tras algunos días de navegación, al avistar una playa que le pareció adecuada para sus proyectos, emitió una orden. Las naves viraron hacia el éste. Poco después, la proa de la nave capitana encallaba dulcemente en la arena.

Un nuevo ciclo histórico estaba a punto de comenzar

Junto a la playa había centenares de embarcaciones quietas, en las que se amontonaban miles de hombres, mujeres y niños; pero nadie se movía.

Poco más tarde, un hombre bajó de la nave capitana: era Pitazofi, encargado de hacer sonar la trompa real, un instrumento construido con un caracol llamado Spondylus. Avanzó algunos pasos y luego, llevándose a los labios el nacarado cuerno, la arrancó un sonido ronco y potente.

Acto seguido el jefe de los portadores de la litera real, Nicacolla, bajó a tierra seguido de sus ayudantes. Ellos también se quedaron inmóviles apenas pisaron la playa, mientras resonaba otro toque de trompeta y descendía de la nave otro viajero, con un pesado cofre a cuestas.

Se trataba de Fongasidas, cuya función consistía en esparcir por el suelo, delante del cortejo real, puñados de piedrecillas rojas a fin de proteger de al augusto ocupante de la litera.

Volvió a escucharse la trompa y, seguido por seis hombres que transportaban enormes cajas, desembarcó LLapchilully, encargado del guardarropas real; luego le tocó el turno a Ochocali,¨cocinero-jefe¨, junto con sus ayudantes.

Por último desembarcó Allopoopo, cuya misión era preparar el baño del rey a cada etapa del viaje.

Todos aguardaban inmóviles.

Y he aquí que, sin que resonara la trompa, cuatro individuos lujosamente ataviados y con sendas coronas de oro sobre las sienes, desembarcaron con paso solemne llevando a hombros una litera sobre cuyos cojines estaba muellemente recostada la princesa Ceterni, esposa del rey.

De pronto, una voz ronca dejó oír una orden y todos los pasajeros de la nave capitana se ordenaron en fila sobre la cubierta: Naylampavanzó entre ellos, estrechando contra el pecho un gigantesco Spondylus. Apenas hubo desembarcado, se postró ante su dios.

Todos los demás pasajeros a tierra….

¿Cuál fue la primera orden del rey? Tal como harían más tarde los conquistadores, ordenó que se erigiese, en el lugar exacto del desembarco, una señal tangible de su llegada, un monumento que celebrase, de acuerdo con sus intenciones, la alianza entre el mar y la tierra, es decir, entre sus respectivas divinidades: Chia (la luna) y Ra, el dios solar generador de mieses...

Por último, vale la pena recordar que a orillas del lago del Guatavita se celebraba todos los años una ceremonia religiosa que consistía en arrojar al agua algunos trozos de arcilla verde; dichos trozos habían de transformarse, en el interior del palacio lacustre, en una estatuilla que representaba a una rana, naturalmente de jadeíta.

La ciudad de LLampallec está ya edificada, la religión ha arraigado sólidamente, y la economía de la nueva nación es segura y estable. Entonces, tal como ya lo habían hecho Quetzalcóalt y Viracocha, el primero respecto a mayas y aztecas, y el segundo respecto a los pueblos andinos, Naymlap decide partir y dejar a su gente.

Acercándose a la orilla del mar, despliega las alas y pronto desaparece tras el horizonte.

Quedaba su hijo, Si-Um, quien reinó sobre el país durante muchos largos años. Antes de morir se hizo encerrar en un subterráneo para dejarle a su descendencia, a manera de legado, el mito de la inmortalidad.

Tres de sus hijos crearon pequeños principiados locales. La dinastía propiamente dicha tuvo aún once representes, el último de los cuales, Fempellec, quiso trasladar a otro sitio la estatua de Naymlap, que, por aquel entonces, estaba en el templo de Chia, la Luna.

Sin embargo, por alguna causa desconocida, no pudo llevar a término su proyecto: cuentan que se le apareció un "demonio" bajo el aspecto de una joven que lo sedujo y le convenció que renunciase a su propósito. 

Estalló entonces una terrible tempestad que duró treinta días, y, cual auténtico diluvio, arrasa con las cosechas casi por completo.

El pueblo, desorientado y preso de irritación, se reveló contra el soberano, y, tras sumar a su causa a nobles y sacerdotes, los rebeldes capturaron a Fempellec, lo amarraron fuertemente, arrojándole al mar.

Así, por extraña fatalidad, la mítica dinastía de Naymlap, que había llegado del mar, concluyó también en mar. Nadie volvió a ocupar aquel trono hasta que el Gran Chimú de Chan Chan extendió su dominio sobre casi todas las regiones occidentales de América del Sur.



             LA LEYENDA DEL CERRO CHAPARRÍ Y EL CERRO MULATO

El “Mulato” es un cerro aislado ubicado al Noreste de Chongoyape, cubierto mayormente por rocas de color marrón claro. El “Chaparrí” es otro cerro, ubicado a unos 16km. Al Norte de la misma ciudad; tiene 1,346m.s.n.m, constituyendo así una formación más alta y voluminosa que el primero. Por ser escarpado y solitario, el Chaparrí tiene alguna fauna rara en otras partes, como la culebra “macanche”, que llega a medir, según se dice, 3 ó 4m.
Los campesinos del lugar refieren que, a principios de cada año, durante el plenilunio a medianoche, de las entrañas del Chaparrí sale un corpulento y feroz toro, armado de cuernos de oro y que se dirige bramado con dirección a Chongoyape, listo para tacar a cualquier hombre o animal que encuentre.

Pero que, de inmediato, de la cumbre del Mulato sale otro toro, armado de cuernos de plata, que como un guardián se dirige al encuentro del toro del Chaparrí.

Al encontrarse los dos animales, se entabla una feroz y descomunal pelea, que se prolonga por varias horas, con grandes embestidas, bramidos, resoplidos y crujidos de huesos. Se dice que luego de estas batallas, el suelo queda removido, con abundantes huellas y con restos de sanguinolenta espuma. Algunos campesinos afirman haber visto desde lejos este encuentro.

La leyenda afirma que cuando triunfa el toro del cerro Mulato, la agricultura, ganadería, comercio e industrias de Chongoyape tienen un buen año; y que si triunfa el toro del cerro Chaparrí, se presentan sequías, epidemias, plagas y otras desgracias que hacen decaer todas las actividades
económicas del distrito. 



MITO DE LA PRISIÓN DEL DIABLO Y DEL CERRO 
MULATO

Los ángeles en su lucha eterna con el diablo, cuando lo perseguían, lograron rodearlo y encerrarlo en el cerro Mulato, que se encuentra en los límites de Lambayeque con Cajamarca. Como el diablo no podía escaparse, los ángeles decidieron hacer guardia para custodiarlo, y el diablo determinó pasar aquel encierro en la forma más alegre posible.

Fue entonces que el diablo crió sus gallinas, sembró flores y se constituyó una orquesta. Los animales los sacó de las piedras, el jardín y las flores lo formó de las nubes y la orquesta de las tormentas. Por eso en la falda de aquel cerro se escucha cacarear de las gallinas, el ruido que produce el agua al regar el jardín y se oye la música del diablo. Aquel que escuchara estos tres ruidos maléficos debiera convertirse instantáneamente en piedra, a no ser que resolviera

Desencantar al diablo, lo cual precisa que se “encompatara“o se empatara con él,
Cediéndole su alma en venta, porque sólo así terminará el mito del encantamiento del cerro Mulato y la prisión del diablo. Sin embargo, en la falda el cerro y en algunas de sus piedras se ven signos misteriosos, caracteres irregulares, propios del ocultismo y de la magia, que no pueden ser descifrados, sosteniéndose que aquel que pueda interpretarlos totalmente desencadenará el cerro y aprisionará al diablo

MITO DEL ORIGEN DEL HOMBRE MOCHICA Y DEL ALGARROBO

En el principio del tiempo, luchaban todas las esferas cósmicas, los dos poderes eternos: los dioses y los demonios, el Bien y el Mal, para establecer la supremacía de sus derechos, rondaban por diferentes mundos y espacios siderales, en abierta y constante rebelión.
El Bien pretendía crear a un ser que lo ayudaría en la obra de la evolución: el hombre, y el Mal quería impedir esta realización ya que este ser sería su enemigo declarado.

Surcando el universo, llegaron estas fuerzas luchadoras a la Tierra en la cual nada existía fuera del algarrobo que era una planta rastrera, raquítica, la cual nada era, nada producía.
En una de las luchas, y a pesar de su debilidad, una de las lianas de algarrobo se enroscó en los pies del demonio, accidente que fue aprovechado por su enemigo para dominarlo.
En agradecimiento por haber contribuido a su victoria, los dioses lo hicieron su aliado y candidato elegido para ser hombre y le dieron poder para dominar la Tierra, la naturaleza de aspecto grande y fuerte, eterno, constante en su vida no necesita más que re el sol para vivir y al conjuro mágico se creó al hombre mochica, que salió del propio árbol del algarrobo.

Pero el demonio que no estaba muerto, produjo una maldición en oposición a las virtudes que se le habían dado, aunque grande y fuerte, el fuego lo convierte en cenizas; aunque severo y sereno, el viento lo ondula; aunque eterno y constante, del olvido y la ingratitud es preso.
El algarrobo es dios desafiante, solo y fuerte nace, crece donde la aridez de la tierra nada ofrece, realiza el milagro de vivir en la nada.
El algarrobo es demonio, es eterno como el mal, se burla del tiempo y se ríe de la naturaleza.
Representa pues el Bien y el Mal, cielo e infierno, los pares opuestos, realizándose en él la dualidad completa que es la Unida Absoluta, simbolizando la perfección.
Morfológicamente tiene la corteza broncínea como el color del Mochica, el corazón rojizo del árbol representa la sangre del hombre, y sus espinas y aguijones son los cabellos hirsutos del yunga.

Su madera se petrifica en el agua, su constancia es tal como el proceder de los moches, con sus costumbres que aún subsisten. El árbol no permite que a sus expensas viva planta alguna, como la civilización nombrada no permitió extrañas influencias y así, juntos ambos combatiendo al tiempo y a la muerte, son uno sólo en esencia y un bosque en una raza.
Augusto Domingo León Barandiarán 

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